Del fraude electoral a la imposición ilegítima
18-02-2007
México en 2007: siguiendo la vía más rápida hacia el 2010Del fraude electoral a la imposición ilegítima
Carlos Antonio Aguirre Rojas
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“...la gente ya está harta, ya está harta y no cree en ningún partido político, en ninguno, ni cree en la vía electoral. Se está levantando allá abajo, se está preparando un gran estallido social, grande, como ni en la Revolución Mexicana ni en la Guerra de Independencia...”Subcomandante Insurgente Marcos, “Reunión con el Magisterio y otros sectores de Tlaxcala”, 20 de febrero de 2006.
El gobierno de Felipe Calderón, que ha entrado en funciones en México a partir del 1 de diciembre de 2006, constituye, sin duda alguna, el gobierno más ilegítimo que México ha conocido dentro de toda la larga serie de gobiernos que conforman su vida como nación formalmente independiente, desde 1821 y hasta hoy. Porque al haber nacido de un escandaloso fraude electoral, y de una verdadera elección de Estado, llevadas a cabo por el gobierno de Vicente Fox, y al haberse impuesto a contrapelo de una vasta y generalizada oposición de la inmensa mayoría de la opinión pública mexicana, este gobierno de Calderón no cuenta con ningún apoyo social importante dentro de las clases populares mexicanas. Con lo cual, las únicas bases de apoyo de este gobierno calderonista son, exclusivamente, un limitado sector de las clases dominantes mexicanas, y los instrumentos de represión del propio Estado, que son el ejército y la policía de México, junto también a un pequeño sector muy conservador de las elites dominantes de los Estados Unidos de Norteamérica.Así, este gobierno de Felipe Calderón no sólo ha eliminado totalmente, las ya de por sí erosionadas y frágiles bases de un cierto consenso social antes todavía vigente, sino que también ha polarizado hasta el extremo, laya de por sí desgarrada situación política nacional, llevándola a un puntode un evidente equilibrio totalmente inestable, que puede quebrarse –y quese quebrará sin duda, en cualquier momento.
Por eso, y tratando de hacer marchar a México, en un sentido contrario alque ahora se mueve toda América Latina –con la excepción, también absurda,de Colombia y de algunos países de Centroamérica, el gobierno de FelipeCalderón continúa reivindicando, como lo hizo recientemente en el ForoEconómico Mundial de la ciudad de Davos, las más retrógradas políticas deun neoliberalismo económico salvaje, junto a las más férreas y autoritariaspolíticas de represión de toda forma de disidencia social posible, y detodos los movimientos sociales de oposición [1] .
Pues es éste el hilo conductor que explica el conjunto de medidas diversasque, en estos dos meses de existencia, ha ido tomando este inestablegobierno de Felipe Calderón. Medidas económicas, sociales, políticas yculturales, que además de presagiar el difícil futuro inmediato que leespera a la vasta mayoría de las clases y sectores subalternos mexicanos,han hecho ya de Calderón, en este breve lapso de arranque de su gobierno,no sólo el presidente más ilegítimo de toda la historia del Méxicoindependiente, sino también uno de los más impopulares dentro de estos dossiglos mencionados.
Ya que en contra de todas sus promesas de campaña, Calderón arranca sugobierno subiendo el precio de la tortilla en un 40%, es decir elevandodesmesuradamente el costo del principal alimento de amplios sectores de lasclases populares mexicanas. Y ello, junto a un aumento de los salariosmínimos de menos de 4%, y también junto a otros aumentos, igualmenteimportantes, en los precios del huevo, la leche, el gas, la gasolina y laenergía eléctrica. Es decir, con una verdadera ofensiva económicaneoliberal en contra de las ya de por sí deterioradas bases de la economíapopular.
Al mismo tiempo, y previendo la lógica respuesta que habrán de desatarestas absurdas y agresivas medidas económicas neoliberales, Calderón haimplementado toda una serie de operativos militares del ejército mexicano,a todo lo largo y ancho del territorio nacional, operativos que bajo lafalsa versión oficial de ser operativos contra el narcotráfico y el crimenen general, en realidad constituyen ejercicios de adiestramiento y dereconocimiento de las condiciones reales del terreno, en las que eseejército y esa policía habrán de enfrentar, muy pronto, a los diferentesmovimientos sociales de todo el país, y a las diversas formas de laprotesta callejera y pública que ya están generando, y que seguiránprovocando, esas impopulares políticas económicas neoliberales reciénmencionadas [2] .
Preparando entonces, las muy próximas batallas callejeras que estas fuerzasmilitares y policíacas habrán de librar en contra de la protesta social delos subalternos, Calderón no sólo ha prometido aumentarles de modoimportante a esas fuerzas represivas sus salarios, sino que también se hadeclarado “un presidente cercano a las fuerzas armadas”, reuniéndose hastahoy públicamente con los militares, más que con cualquier otro sector de lasociedad mexicana. Junto a esto, Calderón se ha negado a resolver los casosescandalosamente injustos y oprobiosamente violatorios de los derechoshumanos, tanto de los presos de Atenco, como de los presos de Oaxaca,ubicando como su Secretario de Gobernación a un personaje de negra famacomo represor, y precisamente como violador de esos mismos derechoshumanos, a Francisco Ramírez Acuña.
Congruente con todo esto, Calderón ha aceptado pactar con los peorespersonajes políticos de la escena mexicana actual, manteniendo en elgobierno de Oaxaca, en contra de la voluntad abrumadoramente mayoritariadel pueblo oaxaqueño, a Ulises Ruiz. Y en Puebla, al llamado “goberprecioso” Manuel Marín, ambos, gobernadores totalmente desacreditados ydeslegitimados, y ambos miembros del decadente Partido RevolucionarioInstitucional. Mostrando entonces una nula capacidad de operación política,el gobierno calderonista se limita a vivir de la inercia, beneficiándosepara su desempeño cotidiano del carácter acomodaticio y también indolentede toda la corrupta y decadente clase política mexicana, sumida hoy en eldescrédito absoluto, y caracterizada por una absoluta falta de principiosde todo orden.
Finalmente, Calderón ha recortado los presupuestos de la educación, de lasuniversidades, de la ciencia y la tecnología, y de todo el sector cultural,reiterando una vez más cómo, para los gobiernos de derecha como el suyo, lacultura es una suerte de “lujo prescindible”, cuya existencia no tienesentido, salvo en los limitados casos en que produzca ganancias inmediatasy tangibles. Lo que, una vez más, y al igual que con el gobierno de VicenteFox, se ha manifestado en el hecho de que todos los funcionarios públicosde este sector cultural, sin excepción, son personajes de muy bajo nivel yde débil perfil intelectual, científico, literario, artístico, educativo ocultural en general.
Sin embargo, si todas estas políticas se presentan como las políticas que,usualmente, han implementado e implementan los gobiernos de derecha en todoel mundo, el caso de México actual se matiza en cambio, por el hecho de queeste impopular e ilegítimo gobierno derechista que recién comienza, lo haceen un contexto específico que, más allá de la crisis terminal delcapitalismo en la que ahora vive todo el planeta, se asemeja notablemente yen múltiples sentidos, a la situación que México vivió en vísperas de laRevolución de Independencia de 1810, y también y en segundo término, a lascondiciones que precedieron al gran estallido de la Revolución Mexicana de1910.
Contexto particular que, enraizado claramente en las estructuras de largaduración de la historia profunda de México, nos remite a esa complejadialéctica de regularidades y de singularidades que constituyen lacomplicada trama de toda historia nacional posible.
MÉXICO: 1810, 1910... ¿2010?
Si la historia no se repite nunca, y si es falsa siempre la repetida frasede que “no hay nada nuevo bajo el sol”, eso no quiere decir tampoco que lahistoria sea sólo novedad absoluta, y que no existan ciclos, regularidades,permanencias, y elementos que se repiten y reiteran, una y otra vez, dentrodel complejo tejido de la historia humana. Porque la historia es,justamente, la rica combinación y dialéctica entre esos elementosreiterados y que reaparecen tenazmente en distintas circunstancias ycoyunturas históricas, y aquellos otros que son realmente únicos,singulares e irrepetibles.
Y en esta lógica, llaman poderosamente la atención varias similitudes quela actual situación mexicana presenta, con las vísperas de 1810 y 1910 [3]. Pues es claro que México vivió, a causa de las Reformas Borbónicas, ycien años después de las políticas porfiristas, procesos de modernizacióneconómica brutales, que no sólo reconfiguraron sustantivamente laestructura económica imperante, sino que también implicaron modificacionesimportantes de la estructura de clases entonces vigente. Y con ello, laformación y el reacomodo de nuevos y de viejos actores políticos, junto aldesarrollo de transformaciones culturales también muy relevantes.
Así, las políticas neoliberales que desde 1982 padece México, han sidonuestras nuevas Reformas Borbónicas o nuestro nuevo Porfiriato, aldesencadenar similares cambios económicos rápidos y profundos, que hanrehecho en gran medida la pirámide social, expresándose también en cambiospolíticos y culturales claramente significativos. Por eso hoy, igual que en1810 y 1910, hay sectores económicos importantes de las clases dominantesque no están nada contentos con el gobierno y el Estado actual, junto asectores y clases sociales que no ven reflejados sus intereses ni susdemandas en ese mismo Estado y gobierno, y que por lo tanto quieren hacervaler su presencia y su fuerza social, política y cultural, de un modomucho más claro y contundente.
Y si en 1810 la cerrazón de la corona española, y en 1910 la anquilosada ytambién excluyente estructura del poder porfirista, se negaron a asumir ydar curso a esos vastos reclamos económicos, sociales, políticos yculturales, provocando sendas revoluciones, ahora, en 2007, la cerrazón yautismo del gobierno de Calderón, que ya hemos descrito, ante los reclamostanto populares como incluso de sectores de las clases medias y de ciertasfracciones de las clases dominantes, nos recuerdan muy de cerca esa biensabida trama, con el también consabido resultado del muy posible 2010histórico.
Pues también es claro que hoy, y desde hace más de dos décadas, se repiteigualmente otro de los procesos que precedieron claramente tanto a 1910como a 1810: el de una clara ofensiva generalizada, masiva, y anormal entérminos de la evolución histórica previa, tanto de las clases dominantescomo del Estado vigente, en contra de los intereses, los bienes, y laspropiedades, pero también de la limitada autonomía y los precariosequilibrios de la existencia cotidiana, de las amplias masas populares y delos vastos sectores subalternos.
Ya que es bien sabido que las Reformas Borbónicas, fueron el último intentode la corona española por recuperar el control de la Nueva España, intentodesesperado que terminó fracasando, pero que, mientras se desplegó,constituyó una clara ofensiva antipopular. Pues frente al florecimiento demercados locales y regionales, que a lo largo de todo el siglo XVII y laprimera mitad del XVIII incentivaron el desarrollo de poderes y autonomíaslocales de todo tipo, las Reformas Borbónicas aparecen como un clarointento de regular, reordenar, someter a un nuevo control, a todos losespacios, sectores, clases y grupos sociales de la Nueva España. Y si estoafecta sin duda, también a ciertos sectores y elites locales de las clasesdominantes, igualmente se afirma como una clara ofensiva que le “aprietalas tuercas” a todas las clases populares, a las que no sólo acosa conviejos y nuevos tributos e impuestos, sino que también les recorta susespacios de autonomía comunal, de libertad política, y hasta de afirmacióny reproducción cultural [4] .
Constituyendo entonces un claro ataque contra la economía, la autonomía yla vida social de los sectores subalternos, esas Reformas Borbónicasaportan otro de los elementos que nos llevan al estallido revolucionario de1810. Lo que habrá de repetirse, de otro modo y en otro sentido, durante elPorfiriato, el que como es bien sabido, constituye un periodo anormalmenteintenso de expropiación y despojo de las tierras comunales de loscampesinos, generando otra vez no sólo la pérdida de la tierra y de losrecursos de su territorio, para los subalternos de nuestro país, sinotambién un ataque y degradación de las autonomías populares, y de loshábitos y costumbres cotidianas de la reproducción global de estos mismosgrupos subalternos.
Un proceso que vivimos nuevamente y de manera intensa en México, en losúltimos veinte o veinticinco años. Pues ahora vuelve a despojarse a loscampesinos de su tierra, apoyándose en la reforma salinista de 1992, ymediante los perversos programas del PROCEDE, a la vez que se vulnera laeconomía popular con los impuestos del IVA, y la amenaza de su extensión amedicinas y alimentos, y que se recortan los limitados espacios de laautonomía popular, criminalizando toda forma de protesta social, y retandoal pueblo con la injusta, escandalosa y oprobiosa actitud de impunidadhacia los casos de Atenco y Oaxaca, entre otros [5] .
Y del mismo modo que en 1810, y en 1910, estas intensas y anormalesofensivas sostenidas por lustros en contra de las clases populares,abonaron los grandes estallidos sociales de comienzos de los siglos XIX yXX, así también la agresiva ofensiva neoliberal que hemos padecido ya desde1982, parece encaminarnos directamente hacia un escenario que reeditará,por tercera vez, la abierta y masiva irrupción revolucionaria deldescontento popular.
Y si este doble proceso profundo, de una completa reestructuración globalde la sociedad mexicana, y de una sostenida ofensiva en contra de lasclases populares, fue el telón de fondo de esas vísperas de 1810 y 1910, yvuelve a serlo de esta antesala de 2010, todo esto se complementa con otrosprocesos económicos, sociales y políticos que, del mismo modo, asombran porlas reminiscencias que evocan de las etapas inmediatamente anteriores a losmovimientos de la Independencia y de la Revolución mexicanas.
Pues como a finales del siglo XVIII y a finales del siglo XIX, también hoyvivimos una crisis económica general de grandes dimensiones, que lo mismose expresa como aguda crisis agrícola, que como crisis de las ramas másdinámicas de nuestra economía –antier como crisis de la minería, ayer de laminería y de la incipiente industrial textil, y hoy como crisis de lossectores de punta de nuestra industria manufacturera--, pero también y demodo agudo, como una clara y sensible baja del salario real. Crisisentonces global de la entera esfera económica, que si en vísperas de 1810se expresó, entre muchas otras formas, como un cierto incremento de lamigración interna dentro de la zona central de México, y antes de 1910 comouna fuerte migración desde el centro hacia el norte del propio México, hoyen cambio se manifiesta como una verdadera migración masiva de mexicanoshacia los Estados Unidos de Norteamérica.
Migración masiva que alcanza la enorme cifra de medio millón de mexicanosemigrados al año, y que habiendo sido una clara válvula de escape de lascrecientes tensiones sociales y de esa brutal baja del salario real,parecería ya estar llegando a un posible “punto de saturación” respecto delas propias necesidades del funcionamiento de la economía norteamericana. Ydel mismo modo en que la crisis de la minería y la economía norteamericanade 1907, fue un elemento más en la suma de factores desencadenantes de1910, así la posible crisis de la economía norteamericana y la crisis deese flujo migratorio mexicano hacia Estados Unidos, podrá muy posiblementeagregarse a los factores desencadenantes del muy cercano y posible año de2010 histórico.
Además, y para continuar con la lista de estos evidentes paralelismoshistóricos, es sabido que otra de las muy claras y extremas manifestacionesde esas crisis económicas previas a 1810 y 1910, fue la del alza desmedidade los precios del maíz, entre 1808 y 1811 en los tiempos de la Colonia, ydesde 1907 y hasta 1911 durante el Porfiriato. Lo que, a la luz delreciente incremento de 40% al precio de la tortilla –aún ahora, elementocentral de la alimentación popular mexicana, no hace más que acrecentarnuestra certidumbre de que avanzamos, rápidamente, hacia ese año históricode 2010.
Otro elemento importante, que reaparece al final de la Colonia, en laspostrimerías del Porfiriato, y ahora, es el de una clara fractura profundade las propias clases dominantes, las que a partir de los rápidos cambioseconómicos y sociales provocados, respectivamente por las ReformasBorbónicas, por el Porfiriato, y por el neoliberalismo salvaje, terminanpor dividirse profundamente, dificultando la reproducción general de lascondiciones de su dominio y de su hegemonía global. Y si antier sesepararon los españoles fieles a la corona, frente a los criollosindependentistas, y ayer los hacendados conservadores y la burguesíacomercial fieles al gobierno de Porfirio Díaz, frente a los hacendados mascapitalistas y avanzados del norte [6] , hoy se confrontan claramente, lossectores de la burguesía entreguista y trasnacional, contra el sector de laburguesía nacional que vive y prospera a partir del desarrollo del mercadointerno nacional.
Y si esta clara división de la clase dominante, nos demuestra que “los dearriba ya no pueden gobernar” al modo antiguo, y que urgen cambios socialesradicales de gran envergadura, las experiencias de 1810 y 1910 también nosaleccionan respecto de lo tibios, vacilantes y poco confiables que sonsiempre esos sectores “de oposición” de las propias clases dominantes, loque nos confirma en la necesidad de mirar, para esos cambios socialesradicales, no hacia arriba, sino más bien hacia abajo y a la izquierda.
Naturalmente, junto a la crisis económica y la inestabilidad social, vienela crisis de legitimidad del gobierno y de los gobernantes, pero tambiéndel Estado e incluso de la clase política en su conjunto. Porque luego devarios lustros de la ya mencionada ofensiva general en contra de lossectores subalternos, y en el contexto de una también reiterada crisiseconómica y social generales, las clases populares y los grupos subalternosdejan de creer en los de arriba. Y cuando los de arriba ya no pueden y losde abajo ya no quieren vivir al modo antiguo, el claro resultado es unarevolución social. Por eso, en vísperas de 1810, el poder del gobiernonovohispano se debilita enormemente, recibiendo el golpe de gracia con lainvasión napoleónica a España, lo que deja sin sustento alguno al Virrey ya su gobierno, y prepara el estallido de 1810.
E igual sucede con el gobierno porfirista, que se debilita a pasosacelerados, y que después de la entrevista Díaz-Creelman, culmina estedesgaste completo de sus ya escasas bases de legitimidad social, abriendola puerta a la abierta impugnación maderista, y más adelante al estallidode 1910. Lo que, en el escenario mexicano actual, se reproduce otra vez deforma casi idéntica, pues a la sostenida erosión del consenso de los tresúltimos gobiernos priístas, acelerada grandemente por el gobierno deVicente Fox, viene a culminarla el escandalosísimo fraude electoral del 2de julio de 2006, y luego la ridícula imposición, llevada a cabo a sangre yfuego, del gobierno de Felipe Calderón, lo que nos conduce directamente ysin más mediaciones hacia el posible 2010 histórico.
Y si de modo para nada paradójico, esa clara debilidad del gobierno y delEstado, se manifestó como un recrudecimiento de su autoritarismo y de sucarácter represivo, a finales de la Colonia, en vísperas de la RevoluciónMexicana, y ahora mismo en el México de 2007, eso sólo confirma la yasabida tesis de que cuando el elemento del consenso disminuye o hastatiende a desaparecer, la única alternativa de los poderosos para mantenersu poder, es recurrir al otro elemento del Estado, es decir a las fuerzasdel orden, de la represión, y de la cruda y brutal imposición del dominio.Lo que precisamente, y de modo más que evidente, está haciendo ahora elgobierno de Felipe Calderón.
Por todo esto, y como un último elemento de similitud entre lascircunstancias históricas de México, antes de 1810, de 1910 y de 2010, esobvio que, como respuesta a la ofensiva intensa del Estado y de la clasedominante en contra de las clases oprimidas y explotadas, y en ese contextode múltiples crisis económicas, de la hegemonía, de la dominación y de lalegitimidad, hayan prosperado y estén prosperando, en los tres casoscitados, fuertes y subterráneos movimientos de todos los grupos y clasessubalternos, que no querían ya un simple ajuste del gobierno existente, nila sola reparación de un agravio o injusticia locales o sectoriales decualquier tipo, sino que preparaban y clamaban por una verdadera y profundarevolución social.
Porque aunque el termómetro de la economía moral de la multitud [7] ,empezó a subir rápidamente en las vísperas de 1810 y 1910, igual que comose eleva aceleradamente ahora, eso no fue perceptible entonces para lasclases dominantes en turno, ni para algunos sectores de la sociedadmexicana, mas que en el momento en que dicho termómetro alcanzó el punto deebullición, y los ¡Ya Basta! de todos los humillados, ofendidos,explotados, oprimidos y discriminados, arrancaron el movimiento deIndependencia en 1810, degollando gachupines por doquier y asaltando lastiendas y las haciendas de la época, o cien años después, iniciaron laRevolución Mexicana, ajustando las cuentas con los “catrines”, yrecuperando las tierras que les habían sido injustamente expropiadas en losaños recientes.
En esta misma lógica, y ahora mismo, y en contra de las visiones falsamentetranquilizadoras que intentan difundir e imponer los grandes medios decomunicación en México, el termómetro del descontento popular se estámoviendo rápidamente hacia arriba, pasando del agravio personal u ocasionala la insatisfacción colectiva y permanente, y madurando a esta última,desde la simple denuncia de la injusticia o el incipiente reclamo de unademanda específica, hasta la comprensión de que la fuente de todos esosagravios, injusticias, despojos e inequidades es el propio sistemacapitalista en su conjunto. Y de que no hay ya salida o solución posible atoda esta multiplicidad de expresiones de la opresión, la discriminación yla explotación, que el cambio radical y total de todo el sistema social.Algo que ejemplifican claramente, tanto la lucha del Frente de Pueblos enDefensa de la Tierra de Atenco, como también el vasto movimiento popular dela Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca.
Y de la misma forma en que, antes de 1810, creció el clamor independentistaentre los criollos y entre los sectores populares, y en que antes de 1910,proliferaban los Círculos Liberales y las distintas células magonistas delPartido Liberal Mexicano, así crece ahora, día con día, el digno eimportante movimiento de La Otra Campaña [8] .
2010... ¿COMO 1917 O COMO 1994?
Como hemos dicho antes, la historia es la compleja dialéctica derepeticiones y de singularidades. Y si, a la luz de lo anterior, parece nohaber duda de que en México se prepara un gran estallido social, mucho másgrande que los de 1810 y 1910, la gran pregunta entonces es si eseestallido repetirá también, después de su irrupción, los periplos queMéxico vivió entre 1810 y 1821, y luego entre 1910 y 1920. Y la respuestamás probable es que no.
Porque, más allá de toda la serie de similitudes ya referidas, subsiste unadiferencia esencial entre la situación que hoy vive México, y lassituaciones de finales de la Colonia y finales del Porfiriato. Y esadiferencia alude al hecho de que, desde 1968-1973, el sistema capitalistamundial ha entrado, como lo ha explicado amplia y reiteradamente ImmanuelWallerstein, en la etapa de su crisis terminal y definitiva. Es decir, queestas vísperas del 2010 histórico mexicano, son sólo una parte del evidentecaos sistémico en el que ha entrado la reproducción del capitalismomundial, desde hace apenas tres décadas [9] .
Lo que entonces, no sólo explica la profunda y radical mutación que hanvivido todos los movimientos antisistémicos del planeta, después de esafecha simbólica y emblemática de 1968, sino también el cambio igualmenteprofundo de las posibilidades de triunfo que tiene, ahora, todo proyecto detransformación social radical posible. Porque lo mismo la Revolución deIndependencia de 1810 que la Revolución Mexicana de 1910, igual que laRevolución Rusa de 1917 o la Revolución China de 1949, todas ellas seestrellaron, de diversas formas, con la entonces todavía enorme fuerza dela dinámica de reproducción global del capitalismo, el que luego de todoslos procesos revolucionarios mencionados –y de muchísimos otros similares,logró siempre reconstruirse y reconfigurarse, marginando a los sectorespopulares más radicales y a sus respectivos proyectos, y reinstaurando, mástarde o más temprano, nuevas formas de las mismas relaciones socialescapitalistas y burguesas, de explotación, despotismo, humillación, despojoy discriminación.
En cambio ahora, el sistema capitalista se encuentra, en escala planetaria,en una clara situación de bifurcación histórica, o de transición históricasistémica, que combina la etapa final del capitalismo, con el surgimientode diversos embriones y gérmenes que prefiguran, aquí y ahora, el nuevosistema histórico que está por llegar. Lo que incrementa enormemente lasposibilidades de impacto mundial y de triunfo global de los distintosproyectos genuinamente revolucionarios. Por eso, lo más probable es que el2010 histórico mexicano, no repita, después de su ya muy próxima irrupción,la misma historia de las décadas que sucedieron, primero a 1810 y después a1910.
Lo que ya se hace claro desde ahora mismo. Pues a diferencia de lasvísperas de 1810 y 1910, existe hoy en México una alternativa socialinteligente, que ha asumido muy concientemente las lecciones de la historiamexicana posterior a 1810 y a 1910, y que pretende darle un cauce y undestino diferente al muy cercano e inminente estallido social que seavecina en nuestro país. Esa alternativa es La Otra Campaña, la que hoymismo pugna por darle a ese inevitable estallido social que muy prontoviviremos, un cauce pacífico, racional y dirigido conscientemente hacia esasupresión total del sistema capitalista, y hacia la edificación de un mundonuevo, muy otro, por el que ahora claman millones y millones de sereshumanos, en todo México y también en todo el planeta.
Cauce pacífico que pretende ahorrarnos el importante costo en vidas humanasque implicaron nuestra Independencia y nuestra Revolución del siglo XX. Yademás, es un cauce racionalmente dirigido en términos anticapitalistas, yen aras de un mundo nuevo, que también pretende atajar el desarrollocaótico y bastante azaroso que padeció México, después de 1810 y después de1910, respectivamente.
Pues como nos lo han mostrado ya muy recientemente las clases y lossectores subalternos de Argentina, de Ecuador y de Bolivia, es totalmenteposible derrocar a un gobierno impopular e ilegítimo, por víascompletamente pacíficas y con métodos de acción no violentos, evitando almáximo el derramamiento de sangre y la pérdida de vidas humanas. Basta paraello el haber consolidado un vasto movimiento social popular, que agrupe atodas las clases y sectores subalternos de la nación, y que de manera firmey unida se plante con sus demandas y exigencias frente a los poderes y lasclases hoy dominantes. Aunque, y es el paso que le ha faltado a esospueblos sudamericanos mencionados, ese derrocamiento hubiese debido habersido continuado con la instauración de un nuevo gobierno que “mandeobedeciendo”, y con una redistribución total de la riqueza, en donde ya noexisten ricos, y cada quien vive sólo de su propio trabajo, y en donde latierra sea de las comunidades que la trabajan, y todos los miembros de lasociedad estén otra vez “todos parejitos”. Es decir, lo que precisamentepersigue y propone, para México y luego para todo el planeta, la dignainiciativa del movimiento de La Otra Campaña.
Caminamos entonces, rápidamente y sin posibilidad de vuelta atrás, hacia el2010 histórico mexicano. Pero ahora, y a diferencia de hace cien y tambiénde hace doscientos años, con la posibilidad de un desenlace mucho más felizy promisorio.
2010 histórico que, cabe recordar, y como saben bien todos loshistoriadores críticos, no necesariamente coincidirá con el año de 2010cronológico. Porque el simbólico año de 1968, por ejemplo, se dio en Chinaen 1966, y en Italia y Argentina en 1969, es decir en años cronológicosdiversos, que sin embargo, conocen y albergan los mismos o muy similaresprocesos que el 68 mexicano, francés o estadounidense. Así que ese 2010histórico, bien podría comenzar en 2007 ó 2008, ó retrasarse hasta el 2011ó 2012.
Viendo entonces serenamente las cosas, quien apueste a que Felipe Calderónno terminará su mandato, tiene muy altas probabilidades de ganar. Peroquien apueste a que el 2010 histórico no repetirá el resultado de 1810 y de1910, sino que abrirá para México la múltiple y cada vez más ubicuagestación de un mundo nuevo, no capitalista y muy otro, un mundo justo,igualitario, democrático, incluyente y radicalmente libre, tiene, además degrandes probabilidades de acertar, también una enorme y profundaresponsabilidad social. Pues si apostamos por ese futuro no capitalista,para México y para todo el mundo, y creemos en él, es sin duda porque noscomprometemos a participar, activa e inteligentemente, en el proceso de supropia construcción.
Ciudad de México, martes 13 de febrero de 2007.
[1] Sobre esta ridícula defensa del neoliberalismo salvaje, una políticaque ahora es cuestionada y puesta en duda hasta por los altos directivosdel Fondo Monetario Internacional, y que generó un debate entre FelipeCalderón y el hoy tibio y socialdemócrata presidente de Brasil, Luis Inazioda Silva, ‘Lula’, cfr. la nota titulada “Calderón sufre acometida de Lulaen Davos”, en el diario La Jornada, del 27 de enero de 2007, noticia deprimera plana, en la página 1. Sobre la política de represión abierta detoda disidencia social, véase también la nota “No toleraremos desafíos alEstado, advierte Calderón”, en La Jornada del 20 de enero de 2007, pág. 3.Y sobre el movimiento más de fondo de América Latina, desde dictadurasmilitares o gobiernos de derecha y autoritarios, hacia gobiernos hoytibiamente de izquierda, y mañana, esperamos, de verdadero autogobierno delas clases populares, cfr. nuestro libro, Carlos Antonio Aguirre Rojas,América Latina en la encrucijada, Ed. Contrahistorias, segunda edición,México, 2006.
[2] Y son los propios militares, los que declaran abiertamente que esosoperativos actuales y todo el “Plan de Seguridad Nacional” actual, tienetambién como objetivo ubicar, y luego combatir a esos movimientos socialesde protesta. Sobre este punto cfr. la nota en el diario La Jornada, del 27de enero de 2007, pág. 5.
[3] Una sugerente comparación entre las revoluciones mexicanas de 1810 y1910, puede verse en el ensayo de Friedrich Katz, “Las rebeliones ruralesen México a partir de 1810”, incluido en su libro Nuevos ensayos mexicanos,Ed. Era, México, 2006, pp. 29-77.
[4] Leyendo entre líneas muchos de los testimonios que aporta el libro deEric Van Young, La otra rebelión. La lucha por la Independencia de México.1810-1821, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2006, es posibledescubrir tanto esta ofensiva general, como la larvada pero crecienterespuesta popular, que coagula e irrumpe en 1810. Naturalmente, nocoincidimos con la interpretación general de este libro, que sin embargocontiene algunos de estos datos y testimonios interesantes, y que puedendar lugar a otra lectura y a otra interpretación de este mismo proceso dela Revolución de 1810 en México.
[5] Hasta el punto de que Amnistía Internacional ha externado su hondapreocupación sobre el verdadero respeto a los derechos humanos de parte deeste gobierno mexicano, sumándose al clamor nacional e internacional, cadavez mayor, por la libertad de esos presos políticos de Atenco y de Oaxaca.Sobre esta postura de Amnistía Internacional, cfr. el diario La Jornada,del 12 de febrero de 2007, pags. 1 y 7.
[6] Sobre esta clara división de la clase dominante en el proceso de laRevolución Mexicana, cfr. nuestro ensayo, Carlos Antonio Aguirre Rojas,“Mercado interno, guerra y revolución en México. 1870-1920”, en la RevistaMexicana de Sociología, núm. 2, 1990.
[7] Sobre este concepto, que en nuestra opinión y tal vez en contra delpropio Thompson, sigue teniendo una enorme vigencia y utilidad actuales,cfr. Edward P. Thompson “La economía moral de la multitud en la Inglaterradel siglo XVIII”, y también “La economía moral revisada”, ambos en su libroCostumbres en común, Ed. Crítica, Barcelona, 1995. Para una explicación delos contenidos principales y de las implicaciones de este importanteconcepto, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del malhistoriador, Octava edición, Ed. Contrahistorias, México, 2005.
[8] Sobre este importante movimiento de La Otra Campaña, cfr. el número 6de la revista Contrahistorias, México, 2006, y en particular, CarlosAntonio Aguirre Rojas, “Ir a contracorriente: el sentido de La OtraCampaña” y también “La otra política de La Otra Campaña”.
[9] Sobre esta crisis terminal del capitalismo, cfr. Immanuel Wallerstein,Después del liberalismo, Ed. Siglo XXI, México, 1996, y también La crisisestructural del capitalismo, Ed. Contrahistorias, México, 2005. Véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas, Para pensar el siglo XXI, Ed. ElViejo Topo, Barcelona, 2005 y también Chiapas, Planeta Tierra, Ed.
Contrahistorias, México, 2006.
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